Del despecho a la alegría - Blog de Gino González

sábado, 21 de marzo de 2009

Conuco, dignidad y socialismo

No es casual que a mediados del siglo pasado en lo que se ha denominado como la Venezuela Agropecuaria por algunos historiadores, libros de geografía económica señalen como causas del “fracaso” del comercio interno, junto al estado de las vías de comunicación, al caso de que muy poco había que venderle a la gente de los pueblos y caseríos de la nación, puesto que eran autosuficientes desde el punto de vista productivo. Esta circunstancia se extiende todavía hacia los años sesenta y así lo ratifican testimonios de personas de la época.
Esto ha sido cierto a pesar de la miseria derivada de las condiciones de existencia del pueblo, signadas por las dificultades propias del entorno y las derivadas de las desigualdades sociales históricamente establecidas. Y todavía hay estúpidos que dicen que este pueblo es flojo. Si el campo hubiese tenido, en esa época, la suficiente atención por parte del estado: reparto justo de la tierra, sistema de riego y eficientes mecanismos de salubridad pública, imagínense ustedes. Desde luego, esa autosuficiencia tiene que ver también a la calidad espiritual de un pueblo aun no contaminado por la alienación del gusto impuesta por la sociedad de mercado que encadena el consumo a necesidades artificiales como principal mecanismo para obtener dividendos en el absurdo expansivo de la industria capitalista. Por cierto, vale destacar, que a un empresario capitalista de los más ricos del mundo se le atribuye y es reconocido por eso entre sus colegas explotadores, el haber descubierto que los pobres también compran.
El consumo hace apenas unas décadas atrás fue simple y básico. Esa autosuficiencia de la que hablamos, incluye la parranda y el placer que son la misma vaina. Investigue usted sobre los bienes de consumo a los que se aspiraba en la época colonial, en el siglo diecinueve y la primera mitad del siglo veinte. Allí no existían automóviles, neveras, lavadoras, teléfonos, electricidad, televisores, etc. Sin embargo, la lucha de clases siempre ha estado presente porque la pelea siempre ha sido por los medios de producción y por el trabajo libre. En ese entonces y aun en nuestros días, la lucha ha sido por la tierra y contra el trabajo explotado. Encajonar la libertad del pueblo mediante aspiraciones de propiedad individual y de consumo generadas por el capitalismo es tramposo. Desde luego, ese planteamiento genera dividendos desde el punto de vista militante y electoral porque en nuestra psicología capitalista aun no se instala el sentimiento libertario genuino para vivir libres y por tanto, el dueño quiere seguir siendo más dueño y el que no tiene nada aspira a ser dueño en las mismas condiciones de aquel porque esa es la única forma de propiedad que ha visto. La carencia y la frustración han conformado los ejércitos de pobres en toda revolución, pero una cosa es pelear juntos para repartirse un botín y otra hacerlo para ser libres. La única posibilidad de ser libres es en colectivo, jamás se podrá saciar la voracidad de un pueblo motivado por las ambiciones individuales de la acumulación capitalista.
Si no creamos las condiciones para el salto cultural hacia el socialismo no dejaremos de ser el mismo pueblo adeco y copeyano, hoy chavista, que abarrota los mítines entre consignas eufóricas inversamente proporcionales al silencio irresponsable. No le tengamos miedo al socialismo, si por carencia y frustración hemos ido al combate, también lo hemos hecho por dignidad, contamos con una gran fortaleza: somos un pueblo digno.

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