Del despecho a la alegría - Blog de Gino González

martes, 7 de julio de 2009

El Dios de la mercancía

Hágase una encuesta, no para medir inclinaciones electorales o la simpatía hacia algún gobernante, sino las aspiraciones concretas de la gente según a la idea que se maneje para la realización personal. Una sola pregunta: ¿Qué necesita para ser feliz? Estoy seguro que el gran canasto del cielo no bastaría para llenar los niveles de esperanza.

Hubo una época donde un título nobiliario era el gran anhelo para la realización social. Usted pagaba una gruesa suma de dinero y desde allí en adelante era conde o barón…La burguesía acabó con esa paja. La valla publicitaria de una conocida tienda comercial ilustra el sueño capitalista del momento: “pase adelante, cuarenta mil artículos para su hogar”. El eslogan de las loterías: “juégalo y mañana verás cumplido tus sueños de hacerte millonario”. O aquella frase propagandística que manejó un producto lucrativo en llamativos carteles extendidos en lo largo y ancho de las principales autopistas y avenidas del país: “La ambición no tiene límites”. De igual modo, los descomunales supermercados y centros comerciales son los grandes templos del momento donde se acude a venerar al gran Dios de la Mercancía. Allí acuden numerosos conglomerados humanos a buscar la paz en la contemplación, a sólo mirar, para luego regresar a casa como un estúpido, todo manipulado, sopeteado de propaganda con la vista al suelo, no compraste nada esta vez, pero “si Dios quiere” la próxima vez si lo harás, pues no haz perdido la esperanza del milagro divino de la suerte, no haz perdido la fe de entrar al paraíso de la propiedad privada, el cual, como la promesa celestial y de salvación de las religiones, no se te niega, sólo debes esforzarte y luchar contra el pecado del ocio y de la flojera y de la mala cabeza que eres para los negocios y la administración del dinero, pero que con el ayuno, la penitencia y el sacrificio podrás algún día al fin acceder a la redención del capital.

La felicidad que propone el capitalismo es farsa, ficticia. Es imposible que cada sujeto pueda acumular los niveles de riqueza a los que se aspira teniendo como modelo la vida opulenta de los minoritarios ricos del mundo. Es imposible que cada habitante de este planeta tenga un carro y mucho menos un yate o una avioneta o trescientas hectáreas de tierra. Sin embargo, esa probabilidad se difunde como cierta por los ideólogos del sistema capitalista. Recurren a todos los artificios posibles para instaurar al máximo el sortilegio del consumismo y vender desde lo más irrelevante hasta lo imposible. Esto trae como consecuencia grados de frustración que desembocan en una carnicería humana que perturban los intentos de construcción de una sociedad colectiva. Esa frustración junto al odio que ella misma origina no dejará de existir mientras un 10 % de la población mundial acumule el grueso de la riqueza del planeta ante la mirada hambrienta del resto. Esa rabia es un potencial revolucionario para la toma del poder, pero sólo será efectiva para la fundación la nación que soñamos en la medida en que se pierdan las esperanzas fundadas en el ideal capitalista.