Del despecho a la alegría - Blog de Gino González

lunes, 8 de junio de 2009

Una vela en un rincón

¿Quién se acuerda del nacimiento? Quiero compartir un fenómeno maravilloso que a lo mejor muchos no recuerdan. ¿Sabían ustedes que uno siembra una semilla y nace una mata? No se ría. No me diga que lo sabe, lo ha observado o tiene información de ello, pero no lo sabe. No lo sabemos. Hemos sabido de su proceso. Hemos sembrado, pero no sabemos del sortilegio de la flor ni porque hemos tenido hambre, sed de sombra o de luz. Toda explicación más allá del nacimiento o de la muerte son especulaciones que rayan en lo ridículo y lo imbécil. Unos amigos me contaban que hace unas semanas un meteorito pasó a unos 80 kilómetros de la tierra y quienes tienen telescopios diseñados para ver hacia el espacio más allá de la capacidad natural del ojo humano, no sólo apenas lo supieron 3 días antes, sino que no dijeron nada. A lo mejor tenían razón, pero nosotros no podemos seguir estúpidos ante los misterios. Ya basta de religión, de ciencia o filosofía como engaño. Si algo todos sabemos, pero nos negamos a reconocerlo, es que no sabemos por qué nacimos ni por qué morimos. Pero aunque el psicoanálisis haya dicho que mediante el hipnotismo nos trasladamos más allá del nacimiento y la muerte, digo, aunque se me tilde de aristotélico, y a quién le importa eso, que aquí el asunto es vida y es muerte dentro de la propia vida y maldigo los miedos aun con miedo y asumo la huida ante la muerte al igual que el venado y la gallina para decir sin saber por qué, que no queremos morir, pero morimos, para determinar que es paja estar pensando en eso, por qué en fin a la muerte se debe acudir en blanco, de la misma forma como se nació y no andar inventando lo que no se sabe para no andar viviendo renegando de la muerte entre el hambre, el miedo y la ignorancia convertida en venganza, avaricia, ficticia eternidad de los necios que se piensan poderosos mediante la fe individualista más allá de su evidente vulnerabilidad y se esgrimen vanidosos y voraces ante el tierno destello del infinito de la vela en el rincón de la casa encendida a los muertos del alma para que la llama sea la lágrima generosa y aplaque un poco el dolor de la ausencia y te retires con el fuego sereno de la entrega misteriosa en el pecho a la cotidianidad general del mundo amando la vida presente ante tus brazos y entregar la risa y el llanto más que sabiendo, sintiéndote, sintiendo la vida sin más argumentos que el corazón.