Del despecho a la alegría - Blog de Gino González

sábado, 19 de junio de 2010

Cirgüelas podridas

Entonces en bolsas de papel, cuando niños vendíamos en la temporada cirguelas a la orilla de la carretera nacional. No preciso de quien lo aprendimos, pero en ese tiempo metíamos debajo ocultas cirgûelas secas, podridas o muy verdes y arriba las màs apetitosas y llamativas para engañar a los compradores que se estacionaban para comprar las frutas ofrecidas por las “tiernas” manos de niños campesinos. Esas mismas manos eran tambièn depositarias del oficio criminal de atrapar pàjaros para venderlos tambièn allì debido a la demanda còmplice de quienes, incluso todavía, sostienen el horrendo hàbito de mantener en sus casas aves enjauladas. Por algo aun siguen los acuarios y zoològicos y niños de la mano de maestros o de sus padres incitados al disfrute mediante la observación de animales en cautiverio. Aquellas bolsas engañosas continúan en los comerciales tramposos que hablan maravillas de productos que no sirven.
Bolsas de tostones, papas fritas entre tantas, llenas de aire para disimular el mìnimo contenido y sugerir la abundancia, asì como vasos y platos, diseñados con ese fin, en restaurantes. Aquellas bolsas de cirgûelas podridas siguen alli transfiguradas en el espejismo de las vitrinas como anémonas para atrapar incautos y en tantas otras “marramusias” inventadas por el capitalismo y “normales” en una legalidad que las permite y por una psicologìa colectiva que ha asimilado esa cultura del fraude. Desde que surgió la propiedad privada, este es un virus insertado en los huesos desde niños y es la máxima tarea de salubridad espiritual de la revolución. Por ahí debe estar orientada la política cultural revolucionaria y no diluirse tanto en lo trivial. Chavez ha comprendido que para atacar la corrupción se debe combatir su foco originario que es el sistema capitalista mismo. Desde la generalidad hasta el detalle. En los demás y en nosotros mismos. Desde Miraflores hasta el Consejo Comunal. Desenmascarar la plusvalía en la gran industria y en la señora que vende café en mal estado.
En el sobreprecio evidente de una carretera por una gobernación y en la construcción de unas aceras por una alcaldía para favorecer a un contratista y cobrar un porcentaje, pero también en el Consejo Comunal que presenta un proyecto obviando las prioridades con malévolas intenciones. Hay otro dato, en esos pueblos habían bodegueros que si uno iba a comprar un refresco te decían: “no bebas eso que hace daño” o “mire, ese queso no esta bueno, si usted quiere lo compra, pero no esta bueno”.

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